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  • Foto del escritorAlexander Dugin

La Soberanía Ideológica En El Contexto De Un Mundo Multipolar

Actualizado: 2 dic 2021

La multipolaridad está emergiendo poco a poco y podemos decir que casi es una realidad. Por supuesto, la multipolaridad está sustituyendo al mundo unipolar que surgió tras el colapso del Pacto de Varsovia y, sobre todo, de la URSS. El mundo unipolar en su momento sustituyó al mundo bipolar el cual estaba caracterizado por el enfrentamiento geopolítico e ideológico del mundo soviético contra el Occidente capitalista. El paso de un orden mundial a otro no se produjo de la noche a la mañana. Hubo cambios, pero también continuidades que se mantuvieron debido a la inercia.

La naturaleza ideológica de todos los actores o polos mundiales fue alterada por los cambios producidos en todo el planeta.

La planificación estratégica requiere que hagamos un análisis profundo de las transformaciones – pasadas, presentes y futuras – de la ideología.

qNadie es ajeno a estos cambios, ni siquiera las autoridades rusas que tienen la desafortunada costumbre de abordar los problemas solo cuando estos surgen y de enfrentar las contradicciones únicamente cuando estas son imposibles de ignorar (es decir, actuar “cuando se hace estrictamente necesario”). Pero de la misma manera en que el no conocer la ley no exime de la responsabilidad de no cumplirla, podemos decir que la negativa a comprender los fundamentos ideológicos del orden mundial y sus cambios no exime a las autoridades – entre ellas las de Rusia – de no conocer las leyes que determinan las transformaciones ideológicas. Los intentos de sustituir la ideología con la praxis solamente tienen efectos limitados a corto plazo y en sí son muy relativos y bastante reversibles.

En el mundo bipolar existían dos ideologías distintas:

  • El campo capitalista y el Occidente global liberal (la democracia burguesa),

  • El Oriente comunista que adoptó como alternativa la ideología socialista.

Oriente y Occidente se convirtieron en dos polos geopolíticos distintos que se repartieron militar, estratégica e ideológicamente el mundo, incluyendo la tierra, el agua, el aire y el espacio sideral. Este reparto influyó en campos tan diversos como los inventos técnicos, la economía, la cultura, la educación, la ciencia, etc. La ideología no solo capturaba las conciencias, sino que también afectaba a las cosas. El tiempo en que la ideología todavía despertaba polémicas y competencias sobre las cosas, los productos, los gustos, etc… ha pasado, pero su influencia a la hora de predeterminar hasta el más mínimo detalle de nuestras vidas jamás ha cesado.

Por supuesto, cuando existía el mundo bipolar China no tenía autonomía ya que el maoísmo hacia parte del socialismo oriental. El deterioro de las relaciones entre la URSS, junto con sus satélites, y China comenzó justo después de la muerte de Stalin, pero China seguía siendo parte del bloque oriental.

China tomó un rumbo geopolítico independiente con la presidencia de Deng Xiaoping; fue en ese momento que Pekín entró en un período de reformas intensas mientras que la URSS se derrumbó. Sin embargo, en ese entonces China no era un jugador importante o decisivo en la arena mundial.

Estas transformaciones ideológicas no solo acontecieron en la URSS y en los países socialistas, sino que también ocurrieron en Occidente. El liberalismo era la ideología dominante en esta parte del mundo, pero la burguesía buscó transformar, y no suprimir o excluir, a los partidos comunistas pro-soviéticos: en ese entonces ya existía una izquierda “domesticada”, la socialdemocracia, que aceptaba el capitalismo, aunque esperaba ir transformándolo gradualmente por medio de reformas de carácter socialista. La izquierda siempre fue mucho más fuerte en Europa que en Estados Unidos – la ciudadela de Occidente – donde siempre estuvo sometida a la fuerte presión ideológica y administrativa del gobierno, principalmente por razones ideológicas.

El mundo unipolar fue resultado de la disolución del Pacto de Varsovia y el colapso de la URSS. Esto se expresó geopolíticamente con el dominio exclusivo de Occidente, ya que tenía una superioridad indiscutible y una capacidad de actuación muy superior a sus potenciales adversarios (como los restos del bloque oriental representados por Rusia en la década de 1990). Los documentos estratégicos de los EE.UU. de ese entonces hablaban de la doctrina militar del “dominio de espectro completo” y el deseo de evitar la aparición de un nuevo rival en Eurasia que fuera capaz de limitar el control geopolítico mundial de los Estados Unidos. Es por eso que se hablaba del “momento unipolar” (Ch. Krauthammer).

Al dominio geopolítico de la unipolaridad se le sumó el dominio ideológico.

El comunista italiano Antonio Gramsci había denominado como “hegemonía” al proceso de expansión mundial de la ideología capitalista en la década de 1930. El colapso de la URSS demostró que la hegemonía militar, económica y tecnológica de Occidente iba acompañada de una hegemonía ideológica, expresada en el poder indiscutible del liberalismo. Por lo tanto, podemos decir que de ahora en adelante una sola ideología – el liberalismo – dominaba el planeta. Y fue esta ideología la que impuso como principios universales los siguientes presupuestos:

  • Individualismo y atomización social,

  • economía de mercado,

  • unificación del sistema financiero mundial,

  • democracia parlamentaria y multipartidismo,

  • sociedad civil,

  • desarrollo tecnológico expresado principalmente en la “digitalización”,

  • globalización,

  • y la liquidación de la soberanía de los Estados nacionales en favor de organismos supranacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Tribunal de La Haya.

Hoy en día podemos decir que esta ideología occidental, la cual es el marco de referencia del mundo unipolar, es la única que existe. China adoptó los elementos económicos y globalistas de esta ideología, mientras que la Rusia de Yeltsin aceptó todos sus principios.

Nuevamente fuimos testigos de cómo la ideología, como sucedió durante el mundo bipolar, lo impregnaba todo (educación, cultura, tecnología) y no como muchos creen únicamente la esfera política. Los objetos y dispositivos técnicos creados por el mundo unipolar pueden ser considerados como la “prueba” del triunfo ideológico del liberalismo. Conceptos como “modernización” y “progreso” se volvieron sinónimos de “liberalización” y “democratización”, por lo que podemos decir que la ideología occidental se fortaleció en la medida en que su control político, militar y estratégico directo era reforzado en todo el mundo.

La Rusia de Yeltsin es el ejemplo por excelencia de esta hegemonía unipolar: impotencia frente a la política internacional, adhesión ciega a los principios económicos occidentales, destrucción de la soberanía e integración de las élites corruptas al capitalismo global a cualquier precio. La Federación Rusa fue creada sobre los restos de la URSS como un intento de trasplantar los principios del mundo unipolar a nuestras tierras: juramos lealtad a estos principios con la Constitución de 1993. El liberalismo ha impuesto sus ideales individualistas y tecnocráticos por medio del mundo unipolar, pero esta ideología entró en una nueva fase con la ideología de género, la teoría racial crítica y, en un futuro cercano, el paso de la ecología profunda al posthumanismo: el nacimiento de los robots, los ciborgs, los mutantes y la Inteligencia Artificial. Las embajadas estadounidenses y las bases militares de la OTAN se han convertido en los puestos de avanzada ideológicos del movimiento LGBT mundial, ya que este no es sino la punta de lanza del nuevo liberalismo que nació con la unipolaridad.

No obstante, no se produjo el “fin de la historia”, es decir, el triunfo del liberalismo global, tal y como querían ciertos globalistas como Fukuyama.

La hegemonía empezó a flaquear. Putin llegó al poder en Rusia y restauró, con puño de hierro, la soberanía que habíamos perdido, y todo a pesar de la agresión ideológica de los agentes externos e internos que enfrentó (todos ellos pertenecen a una misma estructura al servicio del liberalismo global). Al mismo tiempo, China se convirtió en una potencia mundial, mientras que el Partido Comunista se mantuvo en el poder al rechazar los elementos más destructivos para la sociedad de esta ideología occidental como lo eran el hiper-individualismo, la ideología de género, etc.

Y fue de ese modo que surgió el orden mundial multipolar.

Y fue de ese modo que surgió el orden mundial multipolar.

Es en este punto donde la cuestión ideológica se convierte en un problema: el liberalismo continúa siendo el único sistema operativo que hoy existe a nivel mundial, eso se debe en gran parte a la inercia de muchos procesos que heredamos del mundo unipolar (que a su vez heredó gran parte de su configuración ideológica del polo Occidental capitalista que existía durante el mundo bipolar). Ni Rusia ni China, como polos emergentes, han sido capaces de desafiar la hegemonía liberal como tal.

Es verdad que China ha rechazado la democracia parlamentaria, la interpretación occidental de los derechos humanos, la ideología de género y el individualismo a nivel cultural hasta ahora. Por su parte, Rusia solamente se dedica a reafirmar su soberanía geopolítica, poniendo el derecho nacional por encima del derecho internacional e inclinándose cada vez más por el conservadurismo (siendo este último muy nebuloso y poco articulado). Sin duda Rusia y China (trabajando juntas) han sido capaces de conservar a nivel estratégico y geopolítico su soberanía, al menos en la práctica. Pero para crear un mundo multipolar es necesario oponer la Idea rusa y la Idea china a la ideología liberal.

Ciertos países y movimientos islámicos se han enfrentado abiertamente con Occidente en términos ideológicos, como por ejemplo Irán, Pakistán e incluso organizaciones radicales como los talibanes (prohibidos en Rusia). Turquía, Egipto e incluso los países del Golfo han ido volviéndose cada vez más independientes. No obstante, ninguno de estos países es un polo dentro del mundo musulmán. Por lo que podemos decir que su oposición ideológica a la hegemonía globalista va muy por delante de su capacidad geopolítica.

Con respecto a la creación de una idea China, podemos decir lo siguiente:

· En primer lugar, existe una versión china del comunismo que se encarna en el monopolio total del poder en el PCC (ya que este último es sin duda una fuerza ideológica),

· En segundo lugar, es obvio que las autoridades chinas cada vez adoptan más abiertamente las ideas confucianas (como sucede con Xi Jinping),

· El tercer punto tiene que ver con la solidaridad orgánica de las tradiciones chinas.

La identidad china es lo suficientemente fuerte y flexible como para convertir a cualquier individuo chino, independientemente de dónde viva y de en qué país se encuentre, en un portador natural de su tradición, su civilización y sus estructuras.

En cambio, Rusia se encuentra en un estado deplorable: siguen prevaleciendo al interior de la sociedad y por inercia las mismas actitudes, valores y directrices liberales que existían en la década de 1990. Eso lo vemos en la economía capitalista, la democracia parlamentaria, la estructura educativa, los medios de comunicación y la cultura. El objetivo es modernizar y “digitalizar” todo. Copiamos directamente de Occidente todos nuestros criterios para evaluar la eficiencia y la praxis de nuestros resultados a la hora de transformar la realidad.

Lo único que hemos rechazado ha sido la ideología de género y el ultra-individualismo, pero Occidente simplemente exagera e infla estas características deliberadamente con el objetivo de atacar cada vez más a Rusia. Se trata de una guerra ideológica que se podría resumir en una lucha entre el liberalismo contra el “antiliberalismo”.

Todo lo que sucede en Rusia está bajo el control de Putin, en el momento en que este afloje su control o, Dios no lo quiera, nombre a una figura débil y poco apta como su sucesor, volveremos en un instante a la década de 1990. Rusia fue capaz de superar esa etapa gracias a Putin, pero como no tenemos una ideología independiente y contrahegemónica, podemos decir que es imposible decir que los cambios que han sucedido son irreversibles.

Rusia es hoy en día un polo militar, estratégico y político, pero no es un polo ideológico.

Y ese es nuestro mayor problema. Además, es inútil volver a la ideología soviética; la justicia social y la grandeza imperial (especialmente en la época de Stalin) no son ideas exclusivamente soviéticas, sino principios históricos rusos.

Lo que falta para que Rusia se convierta de forma irreversible y definitiva en un verdadero polo y sujeto del nuevo orden multipolar es una ideología antiliberal que sirva como principio de articulación de nuestra civilización. La estrategia, y no sólo la táctica, es el factor principal que determinará nuestro futuro y el traspaso de poder de Putin a su sucesor. De ese modo seremos capaces de realizar las reformas políticas, administrativas, económicas, educativas, culturales y sociales que tanto necesitamos. Sin una ideología contrahegemónica que defienda la existencia de un mundo multipolar será imposible llevar a cabo las reformas patrióticas y soberanas que queremos. Sin embargo, esta ideología es totalmente incompatible con todas las formas de liberalismo, tanto con el liberalismo de antaño como con su nueva modalidad posthumanista y LGBT.

Rusia solo podrá renacer deshaciéndose de toda forma de liberalismo.

Y este es el problema del que hemos hablado en otros artículos: Rusia tiene que convertirse en el tercer polo ideológico del mundo, abandonando con ello el liberalismo pro-occidental de la década de 1990 junto con los compromisos y la esterilidad ideológica de hoy. Desarrollaremos estas ideas en el futuro.


-Alexander Dugin




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